Soy Yara Carignato y mi don es comunicar. Desde muy pequeña he sabido expresarme y captar la atención de las personas a través de la comunicación, mostrando otras perspectivas y el lado bonito de algunas situaciones.
Un don es eso que te sale de manera natural, que se te da bien y lo has tenido siempre contigo, ¡y te gusta!
Vivir haciendo lo que te gusta es clave para tener salud emocional. Estar alinead@ con lo que eres y lo que te mueve.
Pero no siempre es fácil saber qué es eso que te mueve y cómo desarrollarlo para sacar su máximo esplendor.
Quizás por eso, sin saberlo, hice teatro durante 9 años, baile, y opté por estudiar turismo en la universidad. Una carrera que me acercaba a eso que intuía en mí: comunicar.
Durante la carrera me sentí totalmente atraída por la inteligencia emocional pero me dio miedo asumir que quizás debía replantearme mis estudios y analizar qué quería realmente por temor a fracasar. A los 16 años ya trabajaba, estudiaba y vivía sola y mi vida era un estrés y una carrera en la que estaba muy perdida. Plantearme un cambio de carrera a mitad, me suponía un esfuerzo que no pude o no supe asumir en ese momento.
Me formé en turismo y me dediqué a comunicar durante 9 años. Disfruté al principio mucho, ya que comunicaba. Pero sentía que me faltaba algo, que eso no me llenaba, que no era feliz.
Cuando no te conoces lo suficiente y no has podido indagar y dedicar tiempo a saber qué es lo que realmente quieres, vas dando palos de ciego entre lo que sientes y lo que crees que quieres.
Intentando paliar mi vacío, sin tener herramientas ni saber bien qué me pasaba, me apunté a yoga y comencé a meditar. Empecé a encontrarme mejor y a conocerme más, pero seguía siendo un parche que no resolvía el problema. Me refugié en el deporte como vía de escape para no tener tiempo a pensar en lo que me estaba ocurriendo.
Todo pegó un giro drástico tras una lesión de sacro que prácticamente me impidió caminar.
Tuve que parar todo el deporte, ni correr, ni baile, ni montar. Sólo podía hacer algo de yoga y meditar.
Lloré mucho en ese momento de tristeza, rabia y miedo, casi tanto como he llorado después de agradecimiento por esa misma lesión que tiró del freno de mano.
Me vi obligada a parar y enfrentarme a mis fantasmas. Me di cuenta del tremendo vacío que sentía desde hacía tiempo. Tuve que asumir entre otras cosas que me daba VERGÜENZA reconocer hacia mí misma que tal vez no era esa mi vocación, ¿entonces cual era? Me encontraba en plena crisis de identidad.
Busqué ayuda a través de la psicosomática y el coaching. Estuve en terapia y tuve a 2 mentoras que me ayudaron a cambiar de perspectiva.
Empecé a invertir tiempo en conocerme mejor. Estudié coaching, inteligencia emocional, wingwave y Programación neurolingüística
Poco a poco conseguí:
- Desbloquear miedos y creencias sin darme cuenta
- Reconocer que necesitaba un cambio
- Comprender que todo lo que había hecho en mi vida me había llevado exactamente donde estaba y que no era un fracaso, sino una evolución.
- Conocerme, comprender mis miedos y las creencias que me limitaban.
- Cambiar la perspectiva de mi pasado y mi presente
- Aceptar lo que me había ocurrido
- Poner luces a mis sombras
- Encontrar y aceptar mi vocación
Nunca, nunca me había sentido tan libre y agradecida, como cuando empecé a encontrar mis propias respuestas.
Descubrí que, aunque la comunicación era un don, no era completa si lo que comunicaba no me llenaba. Si eso que transmitía no estaba alineado con mis valores y mi forma de ver la vida. Y esa fue la luz para empezar a girar el timón y dirigirme hacia donde estoy ahora.